Pequeño hotel con encanto en el centro de Mérida, cerca de monumentos principales y bien comunicado, aunque no se puede aparcar en la calle sino en los alrededores.
La suite es enorme, con una cama algo blanda para mi gusto pero cómoda y jacuzzi privado. Nos dejaron 2 botellitas de agua y 2 bombones, un detalle. Tiene una pequeña terracita que da a un edificio espantoso al que al menos han pintado un mural para disimular.
Cosas mejorables: el espacio de almacenaje, aunque nosotros solo estuvimos 2 noches y Mérida tampoco merece muchos más días, en la práctica solo teníamos un perchero porque el armario de madera olía francamente mal (quizás por la humedad). Algunos detalles que echamos de menos y se arreglan comprando en un bazar de todo a 1€: escobilla del wc, otra papelera fuera del baño, más perchas y colgador para toallas en lavabo. Hay interruptores que no sirven. El inodoro estaba suelto, lo que para las mujeres es incómodo tanto al sentarse como al levantarse, hace mucho ruido y se desencaja.
La nevera es muy pequeña pero al menos está. De amenities solo tiene acondicionador y leche corporal, lo demás está disponible en botes (me parece bien, pero por advertirlo), y huele fantástico por cierto. En cuanto a limpieza, el jacuzzi no estaba impoluto pero en general, todo bien. Tiene una claraboya sobre la cama con un vinilo con planetas y estrellas, aunque me da la sensación de que estaba puesto al revés.
No probamos ni spa ni desayuno. La atención del personal muy bien.